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Los Cahorros

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A diez minutos de Granada empieza un privilegio del que sólo esta ciudad puede presumir. Una de las mejores rutas de la región, en la puerta de entrada más deslumbrante a Sierra Nevada. El desfiladero del río Monachil sirve de guía para una caminata inaudita que a ratos quita el hipo. Desde Monachil, para iniciar el sendero es necesario dirigirse a la fuente del Piojo, antiguo abrevadero de animales y donde los lugareños llenaban los cántaros en los burros. A 150 metros está el cercano bar Puntarrón, punto de referencia de montañeros para hacerse con agua y el bocadillo antes de afrontar Sierra Nevada.

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Hasta llegar al río, los olores y las frutas se multiplican. El sendero atraviesa una zona de huertos y cortijos repletos de árboles frutales (cerezos, membrillos, caquis, granados…), olivos, almendros y nogales. Junto a una acequia se inicia una vereda arenosa de color grisáceo, que culmina en una meseta con dos eras, llamadas Los Renegrales. Bajo las eras, la vista es sencillamente gloriosa. Si el día acompaña, los escaladores hacen sus particulares rutas en la vertical de la otra orilla, trepando como gatos. La senda acompaña al río a través de una escalera tallada en roca, y protegida del pequeño desfiladero.
2008-08-22loscahorros8-3391619 Aparece el famoso puente colgante (¡63 metros!) sobre el río Monachil, llamado de Los Cahorros, y sobre el que no conviene bailar demasiada samba. Construido a principios del siglo XX con cuerdas y travesaños de madera, se remodeló en 1970 para adquirir su actual aspecto metálico. A partir de aquí, hay que someterse a la suave dictadura del río. Su curso estrecha el sendero, por el que a veces es necesario agacharse o agarrarse a unos ganchos metálicos incrustados en la roca. No hay que ser Tarzán, pero es conveniente disponer de agilidad física para enlazar una agarradera con otra sin tener que avanzar sentado arrastrando el trasero.

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La Cueva de las Palomas surge en mitad del desfiladero. Un simple vistazo deja la boca abierta. La bóveda de la cueva está formada por descomunales rocas de hasta 12 metros de diámetro desprendidas de la montaña, acumuladas por la erosión. A continuación, la atracción son los arbustos: torbiscos, zarzas, majuelos, cardos y escaramujos. Tras atravesar juncos y álamos paralelos a la acequia de los Habises, la vereda continúa hasta un cortijo. Éste dispone en el siguiente cerro de una era, mirador ideal para divisar los pueblos de la zona. La ruta puede culminar en la central eléctrica de la Vega. Pero también es posible regresar antes y acortar la caminata al cruzar por un segundo puente a la otra orilla e iniciar el regreso. La perspectiva desde el sendero de regreso a Monachil ofrece una panorámica perfecta sobre los Cahorros. Una pausa en alguna de las pequeñas praderas es el mejor regalo para el senderista. Y silencio para escuchar el cd de la zona que se agotó en las tiendas: los pájaros.

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